Antonio Cañas o La educación en el fútbol

(José Carlos Villalba) La noticia de que un amigo ya no está contigo, no es la mejor forma de iniciar el día. Luis Cañas, su propio hijo, fue el que muy temprano en la mañana, me comentó entre lágrimas que intuí pesadas y enormes, que anoche una insuficiencia cardíaca calló para siempre a Antonio, al menos en esta vida. Antonio Cañas González, es, era, padre y abuelo varias veces, entre ellas del jugador del equipo juvenil del Alhaurín de la Torre, CF, Luis Cañas, que esta temporada intervendrá también en la plantilla del equipo de 3ª División.

Fue precisamente el fútbol, por coincidencia de su chaval en el equipo al que también pertenece mi hijo (ahora recuperándose de una importante lesión) el que me ayudó a entrar en su entorno y a conocer a una persona diferente. Con él aprendí cosas cada tarde en la que nos reuníamos en torno a uno de los partidos en las que su nieto y mi hijo, corrían tras un balón para intentar ayudar a que el equipo fuera capaz de introducirlo en la portería contraria más veces que los rivales en la nuestra. Posiblemente por tener algunas coincidencias con mi padre (ya en esos años enfermo y fallecido precisamente a principios de este año), mi vínculo con él siempre ha sido especial. Mi padre, que también se llamaba Antonio y él, eran casi de la misma edad. De hecho, ambos hicieron la mili, sin coincidir, en las Islas Canarias a finales de los años 50, en una España que aún debía crecer. A los dos les encantaba hablar, contar historias, anécdotas, hacer partícipes a aquellos que caían en sus fauces como ávidos oradores, a riesgo de que la charla se eternizara en ocasiones. No llegaron a conocerse. Sabían uno del otro a través de mis charlas independientes con ellos. Fue Cañas el que fue al entierro de Villalba y fue mi gusto por aprender de quienes nos aportan la experiencia que nos falta a los más jóvenes, lo que provocó que entre Antonio y yo creáramos una amistad de la que a mí me gustaba presumir y con la que seguiré presumiendo siempre.

El fútbol no es, por lo general un deporte educado. Nos falta mucho camino por recorrer, pero con Antonio todo era diferente. Él se indignaba con los malos comportamientos de los rivales, con la de los padres y madres que a veces incentivaban las malas artes, incluso con decisiones arbitrales que consideraba, no erróneas, sino injustas. Pero siempre, siempre, en todas las ocasiones, mantenía una compostura y un saber estar de la que deberíamos aprender todos. Y no hablo ya del propio deporte, sino de la vida. Su vocabulario extenso, su forma de pensar y de expresarse, su objetividad, su dignidad, su apariencia, su caballerosidad, su simpatía innata y su educación, están haciendo que mis ojos se nublen ante el recuerdo de su persona. Estoy convencido que Antonio no ha perdido la vida, sino que ha sido la vida quien lo ha perdido a él. Desde aquí, incluso a sabiendas que quizá no sea el momento ni el medio para expresar la incredulidad y porqué no, la rabia que siento, quiero hacer constar que con él, nos hemos ido todos también un poquito.

A su querida esposa, a Luis, su hijo y mi amigo, a sus otros hijos, a sus nietos, a sus familiares y amigos, os felicito por la persona que habéis podido disfrutar durante todos estos años. Y a tí, Antonio, busca a mi padre y charla con él.

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